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Hipertensión arterial

La hipertensión arterial es una de las enfermedades crónicas más frecuentes en la población adulta. Se produce cuando la presión con la que la sangre circula por las arterias se mantiene elevada de forma constante. Con el tiempo, esta condición puede dañar el corazón, el cerebro, los riñones y otros órganos.

Lo más preocupante es que suele ser silenciosa: muchas personas no presentan síntomas y se enteran en revisiones médicas rutinarias. Por ello, se la conoce como el «asesino silencioso».

La prevención se basa en mantener un estilo de vida saludable: alimentación baja en sal y ultraprocesados, actividad física regular, evitar el tabaco y el exceso de alcohol, controlar el peso y aprender a manejar el estrés. En algunos casos, es necesario añadir medicación prescrita por el médico para mantener la presión bajo control.

Detectar y tratar la hipertensión de forma temprana reduce significativamente el riesgo de infarto, ictus e insuficiencia renal.

Virus del papiloma humano (VPH)

El virus del papiloma humano es la infección de transmisión sexual más común en el mundo. Existen más de 100 tipos de VPH; la mayoría son inofensivos y desaparecen por sí solos, pero algunos están asociados a la aparición de verrugas genitales y, en los casos más graves, a cáncer de cuello uterino, ano, pene, boca o garganta.

La infección suele ser asintomática, lo que significa que muchas personas pueden transmitirla sin saberlo.

La principal medida preventiva es la vacunación frente al VPH, que ha demostrado ser muy eficaz para reducir el riesgo de lesiones precancerosas. Además, el uso de preservativo disminuye la probabilidad de transmisión, aunque no la elimina por completo.

Las revisiones ginecológicas y las pruebas de cribado (como la citología) son esenciales para detectar lesiones tempranas y tratarlas a tiempo.

Prevención del cáncer de colon

El cáncer colorrectal es uno de los más diagnosticados a nivel mundial, pero también es uno de los más prevenibles. La mayoría de los casos comienza con pólipos benignos en el intestino que, con el tiempo, pueden transformarse en tumores malignos.

La prevención incluye dos pilares fundamentales:

  1. Cribado: las pruebas de detección, como la sangre oculta en heces o la colonoscopia, permiten descubrir lesiones antes de que aparezcan los síntomas.

  2. Hábitos de vida: seguir una dieta rica en fibra, frutas y verduras, reducir el consumo de carnes procesadas, mantener un peso saludable y realizar ejercicio físico regular.

Detectar la enfermedad en fases iniciales mejora enormemente las posibilidades de curación y reduce la mortalidad.

Prevención del cáncer de mama

El cáncer de mama es el tumor más frecuente en mujeres a nivel mundial. Aunque también puede afectar a los hombres, la mayoría de los casos aparecen en mujeres a partir de los 40-50 años. La detección precoz es fundamental, ya que permite iniciar tratamientos en fases tempranas y con mejores resultados.

Una de las principales medidas de prevención es la autoexploración mamaria, que ayuda a conocer el aspecto y la textura habitual de las mamas para identificar cambios sospechosos. Además, las mamografías periódicas son la herramienta más eficaz para detectar lesiones antes de que sean palpables, por lo que es importante participar en los programas de cribado recomendados por los profesionales de la salud.

Mantener un estilo de vida saludable también contribuye a reducir el riesgo: llevar una dieta equilibrada, mantener un peso adecuado, practicar ejercicio físico de forma regular, limitar el consumo de alcohol y evitar el tabaco son medidas protectoras.

La prevención del cáncer de mama combina información, hábitos saludables y revisiones médicas periódicas. Detectar la enfermedad a tiempo no solo mejora el pronóstico, sino que también abre la puerta a tratamientos menos invasivos y con mejores posibilidades de éxito.

Qué es SIBO

El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, conocido como SIBO (por sus siglas en inglés), ocurre cuando en esta parte del aparato digestivo se acumula un exceso de bacterias que normalmente deberían estar en el colon.

Los síntomas más habituales son distensión abdominal, gases, diarrea, estreñimiento, dolor abdominal e incluso déficit de vitaminas debido a la mala absorción de nutrientes.

El diagnóstico se realiza habitualmente mediante pruebas de aliento que detectan la producción de gases anómalos tras ingerir determinados azúcares.

El tratamiento depende de la causa y suele incluir antibióticos específicos, cambios en la dieta (como la dieta baja en FODMAPs) y medidas para corregir alteraciones del tránsito intestinal.

Aunque puede ser una condición molesta y persistente, con un manejo adecuado es posible controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida.