El consumo excesivo y prolongado de alcohol no solo afecta al hígado o al sistema cardiovascular, también tiene un impacto directo en el cerebro. Estudios recientes han demostrado que el alcohol en cantidades crónicas interfiere en la neurogénesis, es decir, en la capacidad del cerebro para generar nuevas neuronas, especialmente en el hipocampo, una región clave para la memoria y el aprendizaje.
La disminución de esta capacidad puede explicar por qué las personas con consumo elevado de alcohol suelen presentar problemas de memoria, dificultades para concentrarse o alteraciones en el estado de ánimo. Con el tiempo, este daño contribuye al deterioro cognitivo y aumenta el riesgo de enfermedades neurodegenerativas.
La buena noticia es que reducir o abandonar el consumo de alcohol permite cierta recuperación cerebral, ya que el cerebro conserva cierta plasticidad. Mantener una vida activa, con ejercicio físico regular, una dieta equilibrada y un buen descanso, ayuda a favorecer la regeneración neuronal y a proteger la salud mental.
Beber de manera responsable y conocer los riesgos del consumo crónico es fundamental para preservar no solo la salud física, sino también el bienestar cognitivo y emocional.